Miles de peregrinos de todo el mundo se han congregado esta mañana en la Plaza de San Pedro para acompañar y arropar el Papa León XIV en lo que ha sido una Eucaristía histórica que marca el inicio oficial de su Pontificado y de su misión como pastor y padre de la Iglesia Católica universal.
En una Eucaristía que ha contado con la presencia de numerosos dignatarios y representantes de diversos países del mundo, la voz del Santo Padre ha sonado de nuevo con fuerza en favor de la paz, de la unidad en la Iglesia y de la necesidad de ser una Iglesia misionera que, más que nunca, sea portadora del amor de Dios más allá de las culturas y de las tradiciones religiosas.
El Palio y el anillo del Pescador 2l541c
Durante la Misa de entronización el Santo Padre recibió en primer lugar el Palio, símbolo de su autoridad pastoral como sucesor de San Pedro, de manos del Cardenal Mario Zenari, actual Nuncio Apostólico en Siria, en un gesto en atención a las regiones heridas por la guerra y el sufrimiento.
El Palio consiste en una banda circular de lana blanca, de las que cuelgan dos tiras, una al frente y otra en la espalda. Adornado con seis cruces negras, lleva fijados tres alfileres dorados que simbolizan los clavos de la Pasión de Cristo.
Posteriormente, ha sido el cardenal Luis Antonio Tagle quien colocó el Anillo del Pescador en el dedo del Papa León XIV que estaba visiblemente emocionado. Este anillo cargado de simbolismo contiene grabada la imagen de San Pedro con las redes y la llave. Símbolos de su autoridad y también de la misión de lanzar las redes en el mar de la historia para tocar los corazones de los hombres de hoy con la fuerza del Evangelio y del Amor de Dios.
“¡Es la hora del amor!” 1v435t
Entre las primeras palabras pronunciadas por León XIV en su homilía, el Santo Padre ha tenido un recuerdo en homenaje al Papa Francisco y también ha recordado el importante momento de la celebración del Conclave en el que ha sido elegido como nuevo Pontífice:
“Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a vosotros como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia. Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro”, señaló.
Asimismo, el Papa ha reflexionado sobre la misión de Pedro para con la humanidad: “Lanzar las redes para sumergir la esperanza del Evangelio en las aguas del mundo; navegar en el mar de la vida para que todos puedan reunirse en el abrazo de Dios”.
Por otra parte, las palabras de León XIV ha resonado con fuerza en favor de la paz y la unidad: “Quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”.
Ha continuado: “En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela!”.
Finalmente se ha referido, una vez más, a la misionariedad de la Iglesia: “Este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo”.
En esta importante celebración para toda la Iglesia, el Papa también ha querido en el momento final de la celebración confiar su vida y ministerio a la Virgen María digiriéndose posteriormente al interior de la Basílica de San Pedro para recibir el saludo de los dignatarios y representantes civiles a nivel internacional que lo han acompañado en este destacado momento.
Por María José Aguilar
Foto: Vatican Media