Entre los primeros pasos de un pontificado, la Misa por el Inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma ocupa un lugar central, ya que es la primera que se celebra públicamente y en la que el nuevo Sumo Pontífice recibe las insignias que lo acompañarán en su ministerio.
Antes de profundizar en los ritos y sus significados, es importante recordar que, durante la primera semana de su pontificado, el Papa León XIV ya estableció su escudo de armas y eligió su lema: “In Illo uno unum”, tomado de las palabras del santo fundador de su orden religiosa. Junto con el palio pastoral y el anillo del pescador, el escudo y el lema son un anuncio de la misión que León XIV asume para la Iglesia en este tiempo.
La Misa de Inicio del Pontificado, celebrada en la Plaza de San Pedro, es ante todo una gran acción de gracias—expresada por quien la preside y por el pueblo que participa—por el don de un nuevo sucesor de Pedro, Obispo de Roma, llamado a presidir la Iglesia universal en la caridad.
La Iglesia, al celebrar esta acción de Dios, realiza el memorial del ministerio que Cristo confió al apóstol Pedro, escuchando aquellas palabras que el Señor dirigió a Simón: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, y también: “Apacienta mis ovejas”. Estas palabras constituyen la institución del ministerio petrino y, al ser repetidas por la Iglesia, renuevan el mandato del Señor a Pedro. Lo que Jesús dijo a Pedro en Cesarea de Filipo y en el lago de Tiberíades, la liturgia lo repite ahora al Papa León XIV al comienzo de su ministerio.
Esta celebración es también testimonio de la fidelidad de Dios a su Iglesia. Por eso el inicio del ministerio del Obispo de Roma debe ser litúrgico, ya que es en la liturgia donde la Iglesia reconoce y da gracias a Dios por sus dones—y este ministerio es, ante todo, un don de Dios a su Iglesia.
El apóstol recibe el mandato de pastorear el rebaño del Señor y lo hace en la Iglesia y para la Iglesia (in Ecclesia y propter Ecclesiam). Por eso, el inicio del ministerio del Obispo de Roma ocurre en la ekklesia, la asamblea litúrgica, la epifanía más alta de la Iglesia, y el ministerio petrino, como don de Dios, se ejerce siempre “en medio de la Iglesia”.
Ahora veamos los ritos propios de este día, para comprender que, lejos de la coronación de un rey, cada signo que asume el Santo Padre es ante todo una indicación de servicio.
Ritos de la Misa de Inicio del Pontificado 65k3f
La primera parte del rito se realiza ante la tumba de San Pedro. Allí, el nuevo Santo Padre, junto con los patriarcas de las Iglesias Orientales, hace una oración silenciosa, luego la tumba es incensada, y se inicia la procesión con el palio pastoral, el anillo del pescador y el libro de los Evangelios, mientras se canta la antífona:
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”
Este momento celebra el triunfo del martirio de los Apóstoles, recordando que “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Durante la procesión, el coro canta las Laudes Regiae, que exaltan la realeza de Cristo y piden ayuda celestial para la misión del Papa.
La misa sigue su curso habitual. En el acto penitencial, la asamblea es rociada con agua bendita, recordando el bautismo y pidiendo la gracia de la alegría pascual. Se canta el Gloria, y luego el Santo Padre hace la oración colecta, pidiendo a Dios que lo fortalezca como principio de unidad en la caridad.
Liturgia de la Palabra 5r55e
Los textos elegidos evocan la misión de Pedro. La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles (4, 8-12), contiene las palabras de Pedro tras sanar a un enfermo, proclamando su fe en la resurrección de Cristo:
“Jesús es la piedra que ustedes los constructores rechazaron y que se ha convertido en piedra angular.”
El salmo 117 canta la bondad del Señor, y la segunda lectura, de la primera carta de Pedro (1 Pe 5, 1-5. 10-11), invita a apacentar el rebaño de Dios según su voluntad.
El Evangelio relata la aparición de Jesús en el Lago de Tiberíades y la confirmación de la misión de Pedro:
“Apacienta mis ovejas.” (cf. Jn 21, 15-19).
Será proclamado en latín y griego, en señal de la unidad de la Iglesia de Cristo que respira con los dos pulmones: oriente y occidente.
Rito de Imposición del Palio y del Anillo del Pescador 2a4y5p
El palio pastoral es una banda de lana blanca con seis cruces negras que representan las llagas de Cristo. Representa la oveja que el pastor carga sobre sus hombros, símbolo de la misión pastoral del obispo y señal de unidad y comunión.
Será colocado la víspera sobre la tumba de San Pedro. Un cardenal-diácono pronunciará una oración diciendo que es Cristo, el Buen Pastor, quien entrega ese palio al Papa para que, como sucesor de Pedro, confirme a los hermanos en la unidad de la fe. Después, un cardenal obispo pronunciará una segunda oración.
El Anillo del Pescador es símbolo remite directamente a San Pedro, el primer Papa, pescador antes de ser llamado por Jesús: “Síganme y los haré pescadores de hombres.”
El anillo representa la autoridad del sucesor de Pedro que lanza sus redes espirituales al mundo entero.
En el rito se dice:
“Jesús, Pastor y Obispo de nuestras almas, que edificó su Iglesia sobre la Roca, te entregue este anillo, signo de Pedro, el Pescador, a quien confió las llaves del Reino.”
El cardenal entrega el anillo al Papa, quien también bendecirá al pueblo con el Libro de los Evangelios. Luego, representantes del Pueblo de Dios se acercan y le hacen una promesa de obediencia.
Homilía y conclusión 2r3dr
Escucharemos entonces la primera homilía pública del Papa León XIV, a través de la cual el Espíritu Santo nos hará sentir lo que desea para la Iglesia en este nuevo tiempo.
La misa prosigue como de costumbre: con la profesión de fe, las preces, la liturgia eucarística… pero es importante destacar que todos los textos reflejan la vocación y misión de Pedro.
Esta celebración marca, oficialmente, el inicio del pontificado del Papa. Su misión comienza en la liturgia, en la acción de Cristo que entrega su cuerpo y derrama su sangre al Padre. Así también, el nuevo Papa, unido al sacrificio de Cristo, se convierte, como decía san Ignacio de Antioquía, en “el trigo de Dios”, ofrecido “para que en el Único, todos sean uno.”