Familias llegadas de distintas partes del mundo se han congregado en Roma el pasado fin de semana, del 30 de junio al 1 de julio, para participar en el encuentro con el Papa León XIV siendo testimonios vivos de la gracia de la vida matrimonial que es escuela de fe y hogar del amor de Dios llamado a irradiarse en todo el mundo.
La familia de Rafael D´Aqui y su esposa Natalie, ambos consagrados de la Comunidad de Alianza y misioneros en la difusión de Frankfurt (Alemania), han tenido la oportunidad de vivir este esperado Jubileo en Roma junto a sus tres hijos y también los abuelos.
“Ha sido una experiencia muy bonita, pudimos participar en la Audiencia con el Papa y verlo muy cerca, los niños tenían mucha curiosidad por ver al Santo Padre. Para nosotros ha sido importante escuchar al Papa hablar de la importancia de la familia y de la transmisión de la fe en la familia, eso nos refuerza. También pudimos vivir un gesto misionero a través de nuestro trabajo en Ayuda a la Iglesia Necesitada con la distribución de la Biblia del Niño a las familias que vinieron al jubileo y nuestros hijos pudieron ver el interés que tienen las personas en la Palabra de Dios”.
“La familia que vive el amor sana el mundo” 5b124b
Para Ronayb y Gaelle Fernandes, ambos consagrados de la Comunidad de Vida, originarios de Brasil y Francia, y actualmente misioneros en Roma el vivir el Jubileo con sus tres hijos ha sido “una experiencia profundamente hermosa” según testimonia Ronayb:
“Vivimos momentos de gran alegría con la presencia de muchas familias y muchos niños, y también instantes de profunda reflexión y oración sobre la misión de las familias en la sociedad.
Para nosotros, fue una ocasión muy especial para testimoniar nuestra vida familiar misionera en medio de los desafíos y realidades del mundo actual —un mundo marcado por la falta de esperanza y por la ausencia de valentía de muchas parejas para acoger hijos y formarlos en la santidad, contribuyendo así a la construcción de un mundo nuevo.
Escuchar diversos testimonios, experiencias y realidades nos tocó profundamente. Fue conmovedor ver que existen muchas —muchísimas— familias que desean la santidad y luchan por la fidelidad a Dios. Matrimonios que, en la vida cotidiana, asumen con seriedad su camino con Dios y educan a sus hijos en el amor a Él y al prójimo.
La familia es el primer rostro de la Iglesia, el santuario donde se aprende a amar, a perdonar, a compartir. En un mundo herido por divisiones, egoísmos y por una creciente cultura de la indiferencia, la presencia de familias fieles, generosas y abiertas a la vida es una luz que brilla en la oscuridad.
El amor vivido en la familia tiene el poder de sanar el mundo. Cuando los padres se perdonan, cuando los hijos aprenden a confiar, cuando la oración se vuelve parte de la rutina, el Reino de Dios se hace visible entre nosotros.
El mundo necesita familias santas, no perfectas, sino valientes. Familias que, incluso en medio de las pruebas, permanecen firmes en la fe y alegres en el servicio. Familias que, con humildad, forman a sus hijos en la verdad, el bien y la eternidad”.