Este miércoles 21 de mayo, el Papa León XIV continuó el ciclo de catequesis sobre Jesucristo, nuestra esperanza, iniciado por Francisco. Lo hizo a través de la parábola del Sembrador (Mt 13, 3-23).
La forma en que Dios nos ama 35k6o
El Santo Padre destacó la actitud “despilfarradora” del sembrador, que lanza las semillas incluso en terrenos poco prometedores: entre piedras, entre espinas. Esa actitud, que parecería irracional, representa —según el Pontífice— la forma en que Dios nos ama.
«Estamos acostumbrados a calcularlo todo —y a veces eso es necesario—, pero ¡eso no se aplica al amor! La forma en que este sembrador ‘despilfarrador’ lanza la semilla es una imagen de cómo Dios nos ama.»
Reconoce que “el destino de la semilla depende de cómo el terreno la reciba y de la situación en que se encuentre”, pero con esta historia, Jesús nos muestra que el Señor lanza la semilla de su palabra en toda situación que vivamos: “a veces somos superficiales o distraídos, a veces nos dejamos llevar por el entusiasmo, a veces nos abruman las preocupaciones de la vida… pero también hay momentos en que estamos abiertos y disponibles.”
«Dios confía y espera que, tarde o temprano, la semilla dé fruto.» Es ante la generosidad y misericordia del Señor donde nace la esperanza que esta parábola ofrece, porque “ver que Él confía en nosotros despierta el deseo de ser el mejor terreno.”
El Sembrador y el atardecer 3y2p5l
Para ilustrar el misterio de esta parábola, León XIV usó el cuadro de Van Gogh “El sembrador y el atardecer”, que representa para él el esfuerzo de un agricultor bajo un sol abrasador.
De la imagen resaltó dos aspectos. Primero, detrás del sembrador hay un campo de trigo ya maduro: “Me parece una imagen de esperanza: de una u otra forma, la semilla dio fruto. No sabemos bien cómo, pero así sucede.”
Segundo, la figura del protagonista no está en el centro, sino en el margen. “Todo el cuadro está dominado por la imagen del sol, quizás para recordarnos que es Dios quien mueve la historia, aunque a veces parezca ausente o distante. Es el sol el que calienta la tierra y hace madurar la semilla,” afirmó.
Y tú, ¿en qué situación te alcanza hoy la palabra del Señor? ¿Te consideras un terreno fértil o pedregoso? Pidamos al Señor la gracia de acoger siempre esa semilla que es su palabra. Y si notamos que aún no somos tierra fértil, no nos desanimemos, sino pidámosle que siga trabajando en nosotros para llegar a serlo.